sábado, 17 de marzo de 2012
Málaga, hoy vs mañana
La Rotonda
Pedro Luís Gómez
Entrar en cualquier tabla clasificatoria con Málaga como protagonista, salvo ahora en la Primera División de fútbol, es deprimente. Sea cual sea el ámbito analizado se nos cae la el alma a los pies, porque si ocupamos puestos de champions es en lo peor (estar entre las tres primeras provincias en paro es un claro ejemplo), y si estamos en plazas de descenso es cuando deberíamos estar arriba (por ejemplo en el tema de la educación, con unos índices para llorar, o en sanidad, con fotos como la de este periódico en primera página hace unos días, digna de cualquier república bananera con enfermos en cama en los pasillos). Incluso en lo que pitamos, como el turismo, con unos datos de la mano de Málaga capital y Torremolinos verdaderamente significativos, nos quedamos ahogados cuando los números de nuestra macroeconomía engullen cual pavos a los datos en azul del sector que más alegrías nos da en estos tiempos de profunda crisis, lo que no deja de ser la efímera alegría del pobre (por cierto, en familias atendidas por entidades benéficas también estamos arriba).
Ustedes dirán que vaya artículo más deprimente, pues no. Creánlo, porque voy a referirme un hecho para mí muy significativo: pese a los ratios, a las cifras en rojo y a la situación, cada vez que hablas con un colectivo, con una empresa o con un sector determinado, sus representantes hablan y no paran de las posibilidades de Málaga; mejor dicho: de sus enormes posibilidades. Y se alude al PTA, a la Universidad, al dinamismo de sus habitantes, al turismo... ¿Qué pasa entonces? ¿Nos engañan? ¿Nos dicen lo que queremos oír? Parece que no, y se apunta, entiendo que con acierto, a que atravesamos por un período de indefinición económica en el que carecemos aún de un criterio diferenciado y propio para salir adelante. Acostumbrados al ladrillo y a la tumbona, nos dormimos en los laureles y ahora lo estamos pagando, pero hay que ser lo suficientemente optimistas ver el futuro que todos desde fuera nos anuncian, aunque sea sólo para darnos moral. De todas formas, sea como fuere, del socavón tenemos que salir solitos, sin esperar el flotador de nadie. Todos dicen que nuestro futuro es la repera, aunque el presente sea el que es... En fin, sea como fuere, siempre queda la esperanza.
Diario Sur
02.03.2012
Pedro Luís Gómez
Entrar en cualquier tabla clasificatoria con Málaga como protagonista, salvo ahora en la Primera División de fútbol, es deprimente. Sea cual sea el ámbito analizado se nos cae la el alma a los pies, porque si ocupamos puestos de champions es en lo peor (estar entre las tres primeras provincias en paro es un claro ejemplo), y si estamos en plazas de descenso es cuando deberíamos estar arriba (por ejemplo en el tema de la educación, con unos índices para llorar, o en sanidad, con fotos como la de este periódico en primera página hace unos días, digna de cualquier república bananera con enfermos en cama en los pasillos). Incluso en lo que pitamos, como el turismo, con unos datos de la mano de Málaga capital y Torremolinos verdaderamente significativos, nos quedamos ahogados cuando los números de nuestra macroeconomía engullen cual pavos a los datos en azul del sector que más alegrías nos da en estos tiempos de profunda crisis, lo que no deja de ser la efímera alegría del pobre (por cierto, en familias atendidas por entidades benéficas también estamos arriba).
Ustedes dirán que vaya artículo más deprimente, pues no. Creánlo, porque voy a referirme un hecho para mí muy significativo: pese a los ratios, a las cifras en rojo y a la situación, cada vez que hablas con un colectivo, con una empresa o con un sector determinado, sus representantes hablan y no paran de las posibilidades de Málaga; mejor dicho: de sus enormes posibilidades. Y se alude al PTA, a la Universidad, al dinamismo de sus habitantes, al turismo... ¿Qué pasa entonces? ¿Nos engañan? ¿Nos dicen lo que queremos oír? Parece que no, y se apunta, entiendo que con acierto, a que atravesamos por un período de indefinición económica en el que carecemos aún de un criterio diferenciado y propio para salir adelante. Acostumbrados al ladrillo y a la tumbona, nos dormimos en los laureles y ahora lo estamos pagando, pero hay que ser lo suficientemente optimistas ver el futuro que todos desde fuera nos anuncian, aunque sea sólo para darnos moral. De todas formas, sea como fuere, del socavón tenemos que salir solitos, sin esperar el flotador de nadie. Todos dicen que nuestro futuro es la repera, aunque el presente sea el que es... En fin, sea como fuere, siempre queda la esperanza.
Diario Sur
02.03.2012
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