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martes, 27 de julio de 2010

Málaga Ciudad Cercada.

Luis Merino Bayona
(Ex alcalde de Málaga)

El debate puntual sobre la valla del Puerto, que literalmente ha soliviantado a la ciudadanía, quizás impide analizar con más reposo el porqué se ha llegado a esta situción límite.
La Constitución Española garantiza la autonomía de los municipios. Pero, a fecha de hoy, cabría preguntarse en qué ha quedado tal autonomía.
Los ayuntamientos han sido siempre considerados como una administración menor de edad, se intenta proteger de sus seguros desvaríos, se vigila por controladores a los que nadie controla y, la más de las veces, se les saquea el dinero, competencias y territorios. Y ello sin que nadie de la clase política diga nada.
Los alcaldes, históricamente, han sido los pedigüeños de la Administración.
La lógica dice que un buen alcalde debe ser aquel que tiene un gran proyecto de ciudad, lo presenta a sus vecinos, que lo votan y lo eligen para que lo lleve a cabo con total autonomía.
Pero, desgraciadamente, esto no es así. El mejor alcalde es aquel que tiene más amigos en otras administraciones de los que, la más de las veces mendigando el favor, se obtiene ayudas para su municipio.
Ni Madrid ni las Sevilla de turno quieren reconocer lo que son los Ayuntamientos. Se han quedado con las competencias de los municipios y con su dinero. Y los ayuntamientos han quedado curiosamente como meros recaudadores, quedando ante sus ciudadanos como culpables de todos los males de todas las administraciones.
Y Málaga no es una excepción.
¿Cómo se puede pedir a un alcalde de nuestra tierra que presente un proyecto ilusionante de ciudad? ¿Cómo puede un Alcalde diseñar algo de lo que no dispone? ¿Cómo puede gobernar conjuntamente con otras administraciones que ni colaboran, ni comprenden, ni arriesgan nada por esa ciudad y sus ciudadanos?
El Ayuntamiento de Málaga no tiene competencias en el Puerto. Pero tampoco lo tiene en las playas y su frente litoral. Tampoco puede ordenar la ciudad que quiere más allá del pintoresco límite de las rondas, fijar alturas de edificios, parques fluviales, calificación y clasificación de suelos, precio del agua, etc.
Entonces ¿qué modelo de ciudad puede diseñar el Ayuntamiento? Solo el que las otras administraciones le permitan llevar a cabo.
La autonomía municipal, desgraciadamente, no existe. Los alcaldes son meros espectadores de las decisiones que, constantemente, interfieren y deciden sobre la ciudad.
Y ello sin desgaste político alguno. Porque el ciudadano cuando vota a su alcalde y a su corporación cree inocentemente que los elegidos son los que realmente mandarán en su ciudad, con plena autonomía, diseñando el modelo de ciudad, no mutilada, que han ofrecido en sus programas electorales. A nadie se le ocurre exigir responsabilidades, ni castigar con su voto, al mandatario autonómico o al mandatario estatal por problemas existentes en la ciudad, cuando es lo cierto que Sevilla y Madrid son los que, de verdad, hacen y deshacen con el modelo de cada ciudad.
Y esto no es de ahora. Siendo alcalde me entrevisté con Fernando Abril, ministro de Economía de UCD, mi partido, para negociar en nombre de grandes ayuntamientos la solución a un problema de recogida de basuras. Y el señor ministro me contestó que bastantes problemas tenía como para dedicarse a resolver el problema de las basuras. Al parecer entonces, igual que ahora, los mandatarios estatales y también los autonómicos, ni producen basura, ni viven en las ciudades, ni saben de sus problemas.
Hay que quitar la valla del Puerto. Y la de las casas del Palo. Y las de las Rondas. Y la del edificio de Moneo. Y tantas otras.
Málaga está cercada. Pero, desgraciadamente, desde aquí poco podremos hacer por derribar las vallas que nos ahogan. Porque la decisión última compete a unos políticos, a unas administraciones, a las que no les interesa renunciar a dinero y transferencias de poder indebidamente asumidos.

Diario Sur
24.07.2010

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